16 ene 2010

Japón 2009

Japón es un país mucho más grande de lo que geográficamente se ve; país densamente poblado, tecnológicamente sorprendente y en su ser como ente nacional, trabajador, dedicado y puntual.


Hay muchas leyendas, mitos y creencias en torno a Japón, respuestas fantásticas son dichas sobre lo que debe de ser el acto de crear los mangas y animes que tanto nos gustan, nos preguntarnos sobre la locura que hay dentro de la cabeza de ellos para expresarse en esas formas. El japonés solamente recrea sus ciudades, sus personajes torciendo la realidad de las historias.


Siempre hay gente en la calle, el sonido del choque de los zapatos contra el cemento esta por todo el aire que se respira, es igual por donde el hombre habite en esta pequeña isla, las venas de este mounstro se llena de letreros, luces, tiendas, comercios, grandes edificios. Quizá ver todo escrito en kanjis hace de Japón una experiencia fascinante, el enigma que encierra cada dibujo, crea una experiencia enigmática, Zen, hasta cierto punto, sin un compañero de viaje los días se vuelven silenciosos inclusive con alguien más los temas se agotan y comienza el silencio, comienza la contemplación.


Comprar es algo cotidiano en Japón, sustenta el porqué de trabajar tan frenéticamente y lo justifica, la sociedad japonés económicamente es muy pareja, algunos más y otros menos pero todos cuentan con una posición que les permite el poder hacer compras de cualquier clase de objeto de uso cotidiano que este a la venta. El orden hace que todo sea transportado de una manera casi perfecta, así que no importa que tan lejos este el sitio para gastar, llegar rápido y sin retrasos, está garantizado.


La mayoría de las personas construyen alrededor suyo un personaje de ellos mismos, este es pensado en todas sus variables como la ropa, los accesorios, el calzado, el peinado, etc. todo perfectamente en coordinación, todo pensado para ello hable, en esa primera impresión por ellos, es una carta de presentación. El caso del cabello es de llamar la atención, en los barrios las estéticas abren temprano y los jóvenes hacen fila esperando su turno para darse un cambio o un retoque antes de empezar las actividades del día.


El Japón que habita dentro de toda esta maquinaria de trabajo y consumo, es tranquilo y contemplativo, un buen ejemplo de ellos es la llegada del otoño, las hojas de los árboles comienzan su transformación, agotan sus energías, cambian de color y mueren, los japoneses admiran este proceso, se juntan en las montañas y parques para ver la transformación de las hojas, esperando hasta que caen de los árboles.


Caminan juntos contemplando los colores y formas de las nubes conforme va llegando la llegada de la noche, en silencio recibiendo la brisa en la cara, escuchando cantar al mar y las gaviotas, viendo la luz irse para dar paso a la penumbra y sus secretos, es entre la penumbra donde buscan refugio, paz y armonía, sus cuerpos se transforman, se mutan en los espectros de la noche.


En mi penumbra que es la Ciudad de México, escribo estas líneas recordando con mucha felicidad.

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