28 oct 2009

Mazunte

El mar parece, es, nuestra única salvación, lo escuche en una obra de teatro. Fumando un cigarro frente a la computadora me preguntaba si seria eso verdad, rápidamente busco en Google datos al respecto, nada interesante, muchas imágenes del tsunami, información sobre la explosión demográfica de las costas, etc.


Doy vueltas por la habitación tratando de adivinar cuál será la fuente más fiable para tener la información más precisa, pasaron muchas cosas ese día así que tuve que dejar el tema en paz por algún tiempo.


Muchos días después me encontraba debatiendo con el compañero Tomas sobre algo, sin darme cuenta había un mapa colgado en la cocina justo frente a mí, sin dejar de escuchar a Tomas, observaba el mapa y me di cuenta de que eso de que el mar es nuestra salvación en realidad no era tan cierto, las zonas costeras de los continentes en su mayoría están parcialmente resaltadas en este mapa (se parece al que había encontrado en internet) el que estén resaltadas quiere decir mayor densidad de población, las costas han dejado de ser zonas caracterizadas por su parajes bellos y solitarios, hoy día forman parte de la mancha urbana.


Durante algunos días me dedique a sacar insospechadas conclusiones sobre el tema. De pronto estaba en un auto rumbo a Yanhuitlán, Oaxaca, atrás se quedaron el AZGDF111 o como sea que se llame esa madre, adiós smog de mierda, adiós fresada, adiós nacada, adiós burgueses, adiós todos, adiós hasta los tacos Manolo también a la mierda, yo solo sabía que estaba enfocado en un solo propósito, tomar harto mezcal, estaría lejos de todo lo que soy bebiendo mezcal. Así pase apaciblemente mis días en la montaña de Yanhuitlán.


En lugar de volver al DF a combatir de manera frontal al AZGDF111 decidimos mejor ir a la playa, en esta nueva aventura se habían sumado algunos compañeros de viaje Susana, Úrsula, Lucia y el Bodi, escogimos Mazunte como destino.


Al llegar corrí como niño en cuanto vi el agua del mar, sentía felicidad por todos mis poros, efectivamente atrás se habían quedado la estadística de mierda, todo quedo aún más lejos cuando el sol comenzó a desaparecer en el horizonte.


Se nos unieron más personajes en la playa, estos si fueron por demás peculiares, el más exótico era el Leif o más bien el Sr. Bufón, no es que yo este burlándome de Leif el mismo me ha pedido que lo considere y presente ante la sociedad como bufón, se viste, actúa y es un bufón, de las entrañas mismas de la selva apareció con dos japonesas, cada una del brazo del Sr. Bufón era una prueba de las cosas insospechadas que podrían suceder con este personaje cerca de nosotros.


Después de regresar al DF y haber desempacado, tome la bici, me habían dado ganas de recorrer mi colonia, de recorrer el DF y poder ver que había sucedido con la emergencia por el AZGDF111, la otrora gran ciudad estaba desierta fue algo diferente ver y sentir así la ciudad, por algunos momentos me parecía la ciudad más hermosa.


El mar nos puede salvar, si, pero no todo es miel con el mar, ahí hay pulgas deberíamos de hacer algo al respecto, así como están hoy las playas por las pulgas, las ciudades estuvieron ya desde hace muchos con alguna cantidad semejante de pulgas hasta llegar a la cantidad que hoy hay en la gran Ciudad de México.

1 oct 2009

Yanhuitlán

Pensé que no regresaría nunca a este pequeño pueblo de la mixteca oaxaqueña, es tal vez más pequeño que la colonia en la que vivo en la Ciudad de México, pero cuenta con un templo dominico que lo corona por su esplendor, este pueblo se llama Santo Domingo Yanhuitlán.

Un día llego un mail con una invitación para colaborar en un taller de agricultura orgánica en que se llevaría a cabo en Yanhuitlán la idea me encantó.

NOTA: Por cierto que cuando partí hacía Yanhuitlán fue al siguiente día que inició la contingencia por la influenza, que me perdí por obra y gracias del señor árbitro del mundo ja ja ja.

El taller fue impartido por Jairo Restrepo, un colombiano con cara de chaman y voz de sabio, durante 4 días el nos enseño sobre agricultura orgánica. Yo sinceramente no esperaba más que ir unos días fuera de la ciudad y documentar paso a paso cómo hacer abonos, pero no fue así.

Jairo comenzó a hablar sobre la vida, la muerte, el amor, el color, sus ingredientes, todos ellos a nuestro alrededor sin que nos podamos dar cuenta, éramos unas 70 personas guardando silencio con la cabeza a mil por hora.

En el taller aprendimos sobre la vida, su origen, transformación y muerte, aprendimos mucho sobre los minerales, los abonos, la tierra, fueron muchas las sonrisas. El taller no solo era sobre cómo conseguir más y mejor comida, sino de hacer una pausa para replantear la postura de cada uno ante aquello que prive de tener comida a quien no la tiene. Comer más y mejor porqué se tiene más dinero es algo irreal que anula el progreso de la sociedad, es fascismo.

Aprendí un poco de lo vasto y potente que es el veneno (los fertilizantes). El veneno es la marca invisible que llevamos con nosotros todos los días. El veneno no se necesita para curar las enfermedades y plagas lo que se necesita es que exista balance mineral, hay que entender que los disturbios minerales son los que provocan las enfermedades y plagas, es con minerales como se resuelven estos contratiempos y no con veneno.

Los días fueron intensos eran de 9am a 9pm, cuando comíamos lo hacíamos todos juntos bajo unas lonas, había un grupo de unas 12 señoras que hacían la comida, cada quien se servía su porción y al final lavaba sus trastes sucios, me gustaba mucho el arroz, pero se lleva una mención honorífica al tamaño y sabor de los tamales del último día.

También recuerdo la claridad de la noche, el punteado caótico y bello cielo, siempre bajaba la temperatura por las noches pero como antídoto teníamos mezcal, nos reuníamos en círculos a tomar y reír.

La última noche fuimos a la cancha de fútbol empastada, que es un alud a un costado del templo, hicimos un círculo para protegernos de la corriente de aire, reímos mucho, no nos preocupaba si eran fuertes nuestras risas, el sonido del viento era más fuerte que nuestras voces.

“Con agua y mierda, no hay cosecha que se pierda”

Jairo Restrepo