16 abr 2010

Historias de bici (1)

Recuerdo con mucho cariño al amigo Daniel Santiago siempre de voz tranquila y semblante sereno, le conocía de cuando viví en Oaxaca, él fue quien me subió a una bicicleta después de muchos años. En alguna ocasión anduvimos una ruta en la que subimos en línea recta al menos dos horas, al llegar muy arriba nos detuvimos a la sombra de un árbol desde donde se veía una panorámica hermosa de los Valles Centrales de Oaxaca, súbitamente el silencio fue interrumpido por una detonación que provenía de la cantera de San Juan Bautista Teitipac sentados y con gesto absorto observábamos como se desprendía la roca de la montaña, rodando cuesta abajo por sus laderas. Daniel me hablo sobre el espíritu de la naturaleza, sobre la tierra, el viento, el agua y el fuego, reflexionábamos sobre lo que sucedía en nuestra ciudad (Oaxaca) en aquel año de 2006, al terminar de departir subimos a nuestras bicis y descendimos a nuestra realidad.


Han pasado casi 4 años desde esas excursiones, la bicicleta ya no es usada para escapar de la ciudad, ahora se usa en circular por las arterias de la Ciudad de México bajo el riesgo que eso conlleva, pero aparecieron personitas que me estimularon a volver a incursionar por jornadas largas sobre la bicicleta, descubriendo y explorando al gran y inexplorado DF.


Desde Narvarte hasta Polanco en línea recta (para empezar) la Roma, Cuauhtémoc, San Rafael, Tlaxpana, Anáhuac, Polanco y Anzures esa fue la ruta hecha. La libertad de la bicicleta es total, puedes ir circulando del lado izquierdo y derecho, con y contra sentido de los autos, la ausencia de gente en la ciudad los domingos por la tarde es exquisita, el viento refresca al cansado, los pájaros guían al perdido, la ignorancia de donde se anda hace que la bici ruede por calles que nunca se habían circulado antes, los niños juegan correteándose unos a otros, los puestos de comida ofrecen quesadillas, sopes, tlacoyos, coca cola, pepsi, sprite, todo aquello que haga sentir al cuerpo que es domingo y que está bien inyectarle un poquito de proteína.


Polanco se vuelve un cementerio hay tan poca gente que puedes caminar por en medio de la calle de Horacio sin preocupación alguna, aunque no faltará quien te miente la madre por tomarte semejante gozó (caminar por en medio de la calle disfrutando el sol en la cara en tu bicicleta).


Es la excursión de los contrastes navegando entre el infierno, tierra y cielo de nuestra gloriosa ciudad, viendo rostros que encajan en cada uno de estos niveles, hay sonrisas sinceras, problemas comunes, medios de solución distintos. Pabellón Polanco ya no es como antes, hoy esta frecuentado por la gente de la periferia, hoy los que la habitaban están en Antara. La ciudad así es, está en movimiento constante, tengo que seguirla con el movimiento de la cadena a ver a dónde me lleva.